EL PERIODISMO Y EL TELÉFONO MÓVIL: UN MATRIMONIO FORZOSO - Guillermo Izquierdo Manzanera

 Es indudable que el cacharrito ha cambiado el mundo. No es ni la invención del ordenador, ni siquiera la de Internet, la que da paso por completo a la edad en que vivimos, la llamada sociedad de la información. Es el teléfono móvil el que consolida, para bien o para mal, una de las mayores revoluciones de la historia de la humanidad, una nueva forma de entender el ámbito social de la civilización contemporánea y "posmoderna". Es la rueda del siglo XXI, la posibilidad de tener trillones de bits de información, una gran parte del conocimiento acumulado de la humanidad, al alcance de la mano, en todo momento y lugar. Y la posibilidad de transmitirlo de esta misma manera. Ahora, el ágora pública cabe en el bolsillo de los vaqueros. 

Y precisamente en la información profesionalizada e insitucionalizada, esto es, el periodismo, es, por supuesto, uno de los sectores en los que más ha influido la invención del smartphone en concreto -y el desarrollo de lo digital en general-. Sólo por la gran difusión de la prensa digital, el consumo de redes sociales y la decadencia de medios escritos en papel, el periódico El País, como ejemplo, ha pasado de más de 400.000 lectores diarios en papel a principios del milenio a unos 60.000 en la actualidad.

La prensa ahora se lee en internet, principalmente en los teléfonos. ¿Esto que significa para nosotros? Pues una gran ventaja - y desventaja- generalizable a lo digital: la inmediatez. (Véase el artículo sobre cultura de la inmediatez en este mismo blog). El acceso se universaliza, pero también es más fácil la emisión y falsificación de la información. Aunque la desinformación siempre existió hasta en los medios de masas más consagrados, recuerden marzo de 2004 y el entonces diario de Pedro J, es cierto que por el propio funcionamiento y financiación de los medios en la red, principalmente a través de clicks en las redes sociales, la prensa tiende al sensacionalismo por fuerza económica. Lo que conocemos como clickbait. Es, sin embargo, la inmediatez, hija del hiperestímulo digital al que estamos ya irremediablemente acostumbrados, lo que termina por parir la posverdad.

El otro cambio revolucionario que el periodismo debe al celular es el mojo. Sí. El Mobile Journalism. Los móviles no sólo pueden recibir, también emiten. La utilidad de la comunicación instantánea y el envío de archivos así como de captación multimedia de información, en un aparato tan compacto, hace que muchas veces se pueda prescindir de los pesados equipos de cámara televisiva, sacrificando calidad de imagen por la comodidad y la rapidez. La BBC mantiene una sección MoJo en su redacción desde 2014. Reportajes como el icónico Firsts (Time, 2017) han sido hechos únicamente con el móvil. También posibilita el periodismo ciudadano: atentados, elecciones políticas, guerras como la de Ucrania... Los medios obtienen muchísimo material valioso de los propios ciudadanos testigos de los acontecimientos que los graban con el móvil.

Está claro que el concepto de periodismo, así como el de veracidad periodística, han cambiado mucho  ahora que llevamos el ágora en el bolsillo. Pero, pese a los grandes avances ¿no convendría revisitar concepciones epistemológicas previas con las que compensar la enorme fluidez e inconcreción conceptual a la que nos fuerza la marea de la red?

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